DE LA ISLA | Alina Rodríguez siempre será el auténtico rostro de Cuba
A causa del cáncer, a sus 63 años en lo más alto de su carrera, se fue hace dos años, Alina Rodríguez. Considerada una de las más importantes actrices cubanas de todos los tiempos, se sumergió dentro de grandes y entrañables personajes en el cine, televisión y teatro, dejando su huella en cada uno de ellos.
“Tendremos a Alina Rodríguez para toda la vida”, expresó su colega y muy buen amigo, Enrique Molina, al momento de lanzar sus cenizas al mar del malecón habanero.
La actriz llegó a las pantallas y escenarios recorriendo caminos difíciles. Que se debatieron entre años de magisterio y otros en la tecnología anatómica patológica, hasta que un grupo aficionado del teatro descubrió su gran talento.
“Mi camino ha estado lleno de obstáculos, pero yo les digo pa’llá, pa´llá, y pa´llá y yo sigo por aquí”, confesó antes de morir en una entrevista con Amaury Pérez.
Nació en la Habana el 4 de octubre de 1951, se destacó por su diversidad en la actuación tanto en el teatro en el que comenzó su carrera como en la televisión y el cine. Su representación de Carmela en la película de Ernesto Daranas (2013) fue su última aparición en la pantalla grande. Por ese papel recibió el premio a la mejor actriz en el Havana Filme Festival NY en 2014. En 1991 ganó el mismo premio en el Festival Latino de Nueva York.
Su repertorio cinematográfico abarca otras nueve películas como Otra mujer, de Daniel Díaz Torres; Miss Océano (Cuba-Italia, 1993) y Blue Moon (Cuba-Venezuela, 1995), de Fernando Timossi.
Gracias a la ayuda y enseñanza de maestros como Abelardo Estorino y Raquel Vicente Revuelta, formó parte en uno de los más importantes grupos teatrales de Cuba, Teatro Estudio.
Su actuación brilló especialmente en obras teatrales como Contigo pan y cebolla, de Héctor Quintero o En el parque, del ruso Alexander Gelman.
El cine inmortalizó su carisma en más de diez cintas, dentro de las que destaca su protagónico en el filme María Antonia, de Sergio Giral, o Lista de Espera, de Juan Carlos Tabío.
La punta de popularidad se debió a su papel con Justa Quijano, una novela televisiva Tierra Brava y otras en la pequeña pantalla, representó personajes que tenía esencia de ella, porque como confesó durante una entrevista, se trataba de “darte cuenta de qué sucede en las demás personas, de meterte en la vida de los otros”.
Poseía una de las personalidades mas expresivas del teatro cubano. Según el presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, Miguel Barnet.
Era de una de las actrices con capacidad de convertir lo poco en mucho. Por eso “salvaba” cualquier escena que necesitaba con su expresiva irrupción en la pantalla.
Su presencia era un pase seguro a la teleaudiencia, que seguramente dejaría seducirse por su actuación. Siempre actuó con energía y naturalidad, aunque no siempre se le propusieron buenos papeles.
Pero para Alina, no había mayor recompensa que el cariño de toda la gente que hasta hoy la recuerda, no sólo por su impecable trabajo sino también por su naturalidad proverbial que la integraban a la familia en cada casa aunque nunca la vieran en persona. Su humildad y su sentido de ayudar a los demás, la dejaron imborrablemente en el corazón de sus seguidores.
Además los cubanos se podían identificar en muchos de sus personajes. “Para mí Carmela simboliza toda la gente que ha trabajado muchísimo, que se ha esforzado, que quiere hacer las cosas bien, que está en contra de dogmatismos, de todo lo que está a su alrededor que pueda entorpecer”, dijo de su alter ego en Conducta.
Era la cara de esa madre, hermana, abuela, mujer, que a pesar de los sufrimientos y las mil dificultades del día a día no ha borrado la sonrisa, la simpatía y la humildad. Era el más auténtico rostro de Cuba.
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